
POEMAS
de Cuarentena
Angustia
Quien soñó con objetivos vanos
hoy solloza ante el azote de la realidad
que mueve al instinto a la necesidad
de vivir más allá, no ser los mismos.
La vida no fluye sin argumento,
tampoco sin ideales ni deseos.
Si muero, acaecidos ya mis restos.
vivos mis sueños, resisten aún mi aliento.
Pero hoy muero, de pie y respirando,
aunque comprendo la razón de mi deceso;
como una oda en pos de mi descenso
al submundo, por el fuego, entré descalzo.
Cuando los sueños no dejan dormir,
aparece un malévolo adversario
no es un malhechor ni un cruel corsario,
es el amor, de su prisión presto a huir.
¿A qué le temo? Me lo cuestiono.
Viví de todo, o es lo que pienso,
me propuse descifrar el universo
y el enigma de aquel delicado tesoro.
Huí por años de sus redes,
pretencioso dije siempre ser inmune.
Aquel que domina, desarma y luego une,
pero ahora es presa atormentada de las noches.
¿Qué fuerza suprema al orgullo mata?
¿Quién apuñala con fiereza al sorprendido,
que sufre por aquel amor no correspondido
y asume hundido la cruel derrota?
Pero acepto estoico aquella carga:
Amé y supe allí entender la vida.
Sentí la helada en mi ser reducida
y el calor mesurado que al alma otorga.
Llegó en un momento inadvertido:
era otoño, sentía el correr de las brisas,
estaba confundido entre un mar de risas,
cuando la vi, el tiempo húbose detenido.
Mas este pasó, cruel compañero,
y trajo consigo el trago amargo,
Dejé que huya, en mi letargo,
Herido en el pecho con estoque de acero.
Y así irrumpe inoportuno el vil espectro
en lúgubre paso entre la penumbra y la sombra;
avizora en llanto a un ser que se asombra
de la compañía siniestra alojada en su claustro.
-"Arriba la mirada, tu sufrir termina;
de pie ante mí, aligera el paso";
-"Vamos juntos, sin ningún retraso";
Se pierden las dos ánimas entre la niebla fina.
Visiones
Ví unas luces jugar en la penumbra,
ligeras y suaves entre mis pasos,
que voy dejando junto a mis fracasos,
por este camino que mi pesar vislumbra.
Ví a la vida con su blanca tela,
danzando alegre entre coloridos jardines;
suspira y sonríe al son de violines,
aroma de flores y vista de acuarela.
Ví a la muerte y su oscura capa,
galopar sigilosa en la noche fría,
acechando a quien pronto sería
presa del misterio al que no se escapa.
Ví entre las nubes a un coloso,
de gigante y bronceada armadura,
divisar a su rival desde la altura
con decisión firme y semblante furioso.
Ví a los arcontes, entre destellos,
cumplir fielmente su mandato mezquino
contra el ser de luz, de origen divino,
que tiene poder sobre los sagrados sellos.
Ví un turbulento río recorrer
por un áspero y empedrado torrente;
va arrastrando junto a su corriente
un pasado que del mar no podrá volver.
Ví, al llegar a una selva fría,
los rituales oscuros de un aquelarre.
Con lúgubres cantos una sombra barre
un alma que al Eterno jamás vería.
Ví, tras escalar altas cumbres,
a los grandes sabios junto a una hoguera,
postrer a la lección me pidieron que siguiera
la áspera senda de los espíritus libres.
Ví, enternecido y casi sollozando,
a quienes quise y del mundo partieron;
junto a mi, sus manos afables unieron,
para avivar el carácter que he ido forjando.
Ví un enorme y cegador fulgor
que en la arena me puso de hinojos,
con gran paz fui abriendo los ojos
y logré ser libre de todo temor.
Dejé de ver todo como lo hacía
y emprendí el largo viaje de retorno.
Presté más atención a mi entorno
y a la presencia etérea que hoy me conducía
Duendecillos
Por la noche, entre los árboles,
de dulces higos y membrillos,
juegan con sus viejos faroles,
unos traviesos duendecillos.
Tienen la juventud intacta,
cual recién nacido retoño,
se esfuman en niebla abstracta,
cada que empieza el otoño.
Visten verde como el herbaje,
para confundirse entre la maleza,
pues guarecen con gran coraje,
son centinelas de la naturaleza.
En su mirada de esmeraldas
guardan un secreto milenario,
y en su caldero con monedas
yace un tesoro extraordinario.
Distinguen al alma honesta,
a la que premian su recato;
condenan de forma funesta
a quien es cruel e insensato.
En el azul llegar de la alborada,
cuando empieza la vil rutina,
se funden en la recién formada
y brillante escarcha matutina
Hoy he decidido morir
Hoy he decidido morir
bajo el oscuro presagio nocturno
que alimenta el eterno vacío
de un alma que buscó refugio
entre punzantes espinas y ortiga
que lastiman sin compasión
a un corazón vetusto
en plena flor de juventud.
Hoy he decidido morir
y partir de la amarga vida
hacia un mundo inmaterial
donde fluyen como éter
las almas y la piedad,
libres en el espacio,
lejos de la desidia
de todo lo terrenal.
Hoy he decidido morir
entre dudas y claridades,
aprendí mucho en el tiempo
y dejé el resto para jamás,
en lagunas que no llenaron
mi inquietante curiosidad
por misterios y nimiedades;
se va aprendiendo hasta el final.
Hoy he decidido morir
sin saber lo que quería,
vagué por la tierra libre
con rumbo jamás trazado,
buscando desesperado
respuestas en un albur
que llegó tan disipado
y no supe como enmendar.
Hoy he decidido morir,
pero me niego a despedirme,
son tristes los desenlaces
no importa cómo se den,
pues una vez marcado el punto
no existe la marcha atrás,
se abre un nuevo capítulo
o se calla en la eternidad.
Hoy he decidido morir
y descubrir el eterno misterio
de la muerte y su gran enigma
que solo se mira una vez,
pues se niega a todo el que vive
que marcha con la inquietud
de conocer el sitial secreto
donde habitan los que se van.
Hoy he decidido morir
entre cantos y melodías,
entre pinceles y mil colores,
entre el aroma de las páginas
de viejos libros de aventura
que arrullaron mientras las cuitas
avivaban mis temores
y sumían en la penumbra.
Hoy he decidido morir
apelando a mí libertad,
y que sea el único acto
que se hace por voluntad,
pues uno cuando lo alumbran
no pide jamás llegar,
sufre los involuntarios
y oscuros designios del azar.
Hoy he decidido morir
porque injusta es la existencia,
porque uno solo importa
cuando es útil a los demás
y se torna en un estorbo
cuando ya no puede más
y se desecha bajo la indiferente
mirada cruel de la hipocresía.
Hoy he decidido morir
aunque no muera de verdad,
pues mi alma es quien se aleja
y deja el cuerpo a la fortuna,
vacío y sin nada más,
atrapado sin aliento
en un destino más oscuro
y macabro que la misma muerte.
Réquiem a mi Papá Viejo
Dedicado a Bernardino Cardozo Roncal "Papá Viejo"
Vuela alto hoy, sargento
vuela alto, ya con calma
vuela en paz ya tu alma
que hoy termina el sufrimiento.
Leal, probo y decoroso
eras fuerte como un roble
Indomable, justo y noble
¿De qué madera eres, Cardozo?
Diste la vida por la justicia
y a la Patria, fiel serviste
el uniforme sacro vestiste
sin afán de gloria ni codicia.
Guardia civil intachable
te enfrentabas sin tapujos ni temores
temían ante ti los malhechores
tu actuar fue siempre formidable.
En Uticyacu tus raíces
a flote a tu familia sacaste
y en Lajas nuevo rumbo encontraste
en tu vida llena de matices.
Para tu familia eras todo:
padre, abuelo, buen hermano
supiste asiduamente dar la mano,
tu ayuda llegaba siempre de algún modo.
De gallos finos, notable criador fuiste
Ajisecos, pintos y cenizos
todos con brío y escurridizos
en la arena cada pelea te luciste
Fue tu vida un paradigma
¿Qué hay más allá? Solo el recuerdo,
pero en lo poco que yo concuerdo
es que la muerte es un enigma.
Marcaba el reloj nuevo día,
cielo espeso, luna menguante;
llegó así el fatídico instante
tu semblante pronto perecía.
Hoy lloramos sin consuelo
tu partida aciaga y repentina,
pero ahora una flama potente ilumina
cuidándonos por siempre desde el cielo
Y al final de este cortejo
seguiré tu ejemplo en este mundo.
Con tristeza y dolor profundo:
¡Hasta siempre, Papá Viejo!
